Pero también era verdad que ahora lloraba mucho más que antes.
Sus lágrimas esperaban deseosas a notar su corazón cargado de humedad y resbalaban por su mejilla, como el rocío por los pétalos de una violeta solitaria en mitad de un jardín olvidado.
Su vida le pesaba a veces, pero seguía adelante. Dicen que el sol siempre sale, y cura las heridas secando los charcos que nos inundan de tristeza y melancolía.
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