En
ocasiones me siento
a descansar
en la playa.
La mirada
perdida, algo ensoñada,
hacia el
horizonte se escapa.
La brisa
marina
ensordece mis
oídos.
Las olas
tranquilas
lamen mis
pies descalzos,
el sol mi
piel va quemando.
(Me
estremezco en escalofríos).
Mis
pensamientos
son remolinos:
apenas si
puedo
seguirlos y
retroceder
y perderme
en recuerdos
que siempre
tienen que ver
con veranos
muertos, olvidados.
Mi mente
delira y destruye.
Ya no sé
que he de hacer.
Sobre la
arena ardiente
me dejo
caer
y se van
silenciando,
lentamente,
los susurros
del pasado.
Solo queda
la voz del mar,
su canción
mi alma va
calmando.
Respiro
profundo,
quedo tranquila.
Una gaviota
paseando
para en
seco y me mira.
Me hace un
gesto de desdén
y se aleja.
A mí ya
nada me queda
más que
marcharme;
así pues me
levanto
y caminando,
ligera,
voy dejando
atrás
la arena,
las gaviotas,
las olas y
lo demás
Desde las
aguas me espía una ninfa.
Desde los
mares, Neptuno suspira.
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