Fairy Oak

Fairy Oak

miércoles, 31 de octubre de 2012

Jack O' Lantern (la leyenda de Halloween narrada por mi)


Hace ya varios cientos de años, en una tierra no muy lejana, vivió un joven no tan apuesto cuyo nombre era Jack.

Jack era un muchacho granjero, de un carácter más bien bromista y burlón así como un tanto borracho y pendenciero. En el pueblo en el que vivía se le conocía por sus trampas en el juego y por sus trucos para no pagar en las tabernas.
Una noche de octubre, Jack estaba emborrachándose en un bar como era su costumbre cuando tenía algo de dinero. En aquella ocasión sin embargo, no le quedaba ninguna moneda y tenía en cambio bastantes deudas con el dueño. 

Cuando ya el tabernero iba a echársele encima para echarle a patadas del lugar, se le apareció ni más ni menos que la figura del mismo Diablo que se ofreció a convertirse en moneda con la que pagar a cambio de que él le entregase su alma.
Jack aceptó pero una vez que el Diablo se hubo transformado, guardó la moneda en una bolsa de cuero que tenía una pequeña cruz grabada de forma que este no pudo escaparse ni usar sus poderes. Después escapó por los pelos de la taberna e hizo el pacto con el Diablo de que durante 10 años no tomase su alma a cambio de su libertad. Este accedió.

Pasaron 10 años durante los cuales Jack siguió cometiendo fechorías. Cuando llegó de nuevo octubre acudió a su cita en un bosque con el Diablo, con mucho temor.

Desesperado por su cercano final, pidió al Diablo que le concediese como último deseo, comer una manzana. El Diablo se encaramó a un manzano para coger la fruta y Jack rápidamente aprovechó para tallar una cruz en el tronco del árbol usando un pequeño cuchillo. Había vuelto a engañarle.

Esta vez le hizo prometer que nunca tomaría su alma. El Diablo volvió aceptar y Jack le dejó ir.

Muy poco tiempo después, Jack murió en una taberna sin que su alma hubiese podido redimirse de sus pecados. Como era de esperar, no pudo entrar en el Cielo.
Cuando bajó a las puertas del Infierno, el Diablo le recordó, entre risas, que había jurado no tomar su alma. Desolado y sin ningún lugar al que ir, Jack inició el camino de vuelta al mundo terrenal para penar y vagar por el resto de la Eternidad.

Si bien el camino de regreso era tan frío y oscuro que el Diablo le dio un pequeño destello de luz eterna que Jack guardó en lo único que le quedaba ya en su vieja bolsa de cuero: una calabaza (o puede que fuera un nabo) sobre la que con su cuchillo talló, a modo de última burla al Diablo, una grotesca y fea cara que le alumbraría por el mundo de aquellos a los que no se les permite descansar en paz.


Y he aqui que esta leyenda dio lugar en muchos países de tradición celta a la costumbre de tallar, una noche al año y coincidiendo con la vispera del día de Todos los Santos, una calabaza con una siniestra cara que pueda alumbrarnos en la noche más oscura y protegernos de los espíritus desalmados.



Feliz noche de Halloween.




miércoles, 17 de octubre de 2012

Bizarre.


You may be bizarre, strange.
But don’t think about it.
Don’t care about it.
Weird people make this world come to life.
Strange people make me believe magic exists.
Bizarre people have invented their own wonderful world.
Like Alice.
Like me.
In our bizarre world everything can exist.
No rules, no tedium.
That kind of life common people won’t live


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viernes, 12 de octubre de 2012

The Graveyard

Bueno, hoy os dejo un pequeño relato (no tan pequeño como quisiera solo espero que no sea demasiado pesado) que he escrito inspirándome en los relatos de un amigo mío, cuyo blog se llama Crazzy Writers, no sé cómo se hará llamar ahora. Más o menos él es el protagonista de la historia, o más bien un personaje que se le parece bastante. No obstante eso no significa que no lo pueda leer cualquier persona y dar su opinión.


THE GRAVEYARD (El cementerio)

Cerré la puerta del aula haciendo el máximo ruido posible. Nadie me hizo caso, como era mi intención. Ni una sola vista se alzó, ni el profesor se dio la vuelta desde lo alto de la tarima. Siguió escribiendo interminables fórmulas en la pizarra, como si nada.
De mal humor me encaminé a la última fila de pupitres que estaba totalmente vacía.
Me senté en el asiento más alejado del profesor de toda la clase (si no me iba a prestar atención, desde luego que yo a él tampoco), dejé mi mochila en el suelo y saqué un cuaderno al azar. Ni siquiera sabía en qué asignatura me encontraba. Prefería centrarme en mis propios asuntos, que no eran pocos.
Llevaba semanas sin poder apenas dormir. ¿Por qué? No hubiera podido decirlo. Morfeo, ese dios escurridizo del sueño, se escapaba de mi control más de lo acostumbrado. Mis ojeras, el doble de acusadas debido a la palidez de mi piel, me hacían parecer más un cadáver que un universitario medio aplicado en sus estudios.
Las voces de mis compañeros llegaban distorsionadas a mi cerebro. Sin saber muy bien qué hacer, abrí mi cuaderno en una página nueva y empecé a garabatear sin ton ni son. Dibujaba sin pensar. Al cabo de un rato, después de deslizar el lápiz por el papel sin vacilar ni detenerme ni una sola vez, me atreví a mirar el resultado. Normalmente mis creaciones eran reconocibles. Carrocería, motores, que dibujaba de memoria. A veces personas, otras, paisajes. En esta ocasión no me reconocía a mí mismo en el dibujo. Parecía una escultura, con forma de mujer, tal vez, al lado de unos montículos o algo similar, era demasiado inconsistente como para asegurarlo.
Pensé en escribir un relato relacionado con mi propio dibujo. Pensé en prestar atención al profesor. No hice ninguna de las dos. Con parsimonia y un deje de chulería, guardé mi cuaderno, cogí mi mochila y abandoné el aula, de nuevo haciendo mucho ruido al cerrar la puerta detrás de mí. Pero nadie se enteró. Mientras bajaba las escaleras, oí en el fondo de mi cabeza la acostumbrada voz que me reprendía por mis actos: “¿Se puede saber que haces?” decía “No vas precisamente bien en tu carrera como para pirarte una clase de física sin más”pero no le hice mucho caso. Así que era una clase de física. Interesante. Era bueno saber que al menos una parte de mí se enteraba de las cosas.
Al salir del viejo edificio una ráfaga de viento helado me golpeó la cara pero no me molestó, casi al contrario. Apenas había empezado a andar cuando me hundí un par de centímetros en el barro. Había estado lloviendo y el aparcamiento parecía ahora un pantano. Genial. “¿A quién se le ocurrió la maravillosa idea de construir la facultad al lado de un viejo cementerio?” me pregunté en voz alta.  Me acordé de mi extraño dibujo. La escultura que parecía una mujer… ¿era una de esas estatuas que cuidan de las tumbas?
Al fin encontré mi coche que aguardaba mi llegada para volver a casa. Ya iba a abrir la puerta del conductor cuando vi, a duras penas debido a la oscuridad, que alguien había escrito algo en el vaho del cristal de la luna delantera. Lo alumbré con la luz de mi móvil y leí el mensaje, que ya se desvanecía
“¡CUIDADO!”
¿Quién habría sido el gracioso? La luz del teléfono se apagó, por falta de batería. La oscuridad en el parking volvía a ser casi total pues no había más que dos farolas, ambas estropeadas. De pronto vi, a pocos metros de mí, una figura que me observaba.
“Debe ser alguien de clase” me acerqué para decirle cuatro cosas por atreverse a hacer el idiota con mi coche. No estaba de humor para tonterías. Ni aún a dos pasos de la figura logré reconocerla pues mis ojos se resistían a acostumbrarse a la penumbra sin embargo, adiviné que era una chica. Distinguí su cabello largo y su mirada que se había clavado en mis ojos. Los suyos eran color miel, casi anaranjados. Desprendían misterio y frío, a pesar de ser de un tono cálido. Estaba seguro de no conocerla, ni recordaba haberla visto por la facultad… ¿o sí?
“¿Te conozco?” ella se acercó a mí lentamente sin despegar sus pupilas de las mías.
“¿Me conoces?” alargó su brazo derecho, que por cierto estaba desnudo a pesar de que había 5 grados, y toco suavemente mi hombro. Acercó su cabeza para hablarme al oído. Mi respiración empezaba a acelerarse. “Llevas semanas soñando conmigo. Por mi culpa llevas mucho tiempo sin dormir. ¿Y aún me preguntas si me conoces?”
En mi mente sonaba de forma frenética la voz de la conciencia pero no la quería escuchar. Ella ahora me abrazaba y aunque no podía pensar con claridad me di cuenta de que su cuerpo estaba desnudo de cintura para arriba. Ya no notaba el frío en absoluto.
“Tienes que llevarme contigo” me susurraba “vámonos lejos, muy lejos de aquí” no podía más que abrazarla y notaba su piel que desprendía calor, la notaba demasiado bien. Iba a perder el control. La voz en mi mente aún sonaba muy de lejos la voz. Haciendo un esfuerzo sobrehumano escuché lo que decía:
                                “¡CUIDADOCUIDADOCUIDADOCUIDADO..”
La criatura que me estrechaba estaba temblando pero yo había sido advertido del peligro, no me engañaba.
“Ven, te llevaré conmigo” nos encaminamos a mi coche y cuando abrí la puerta delantera, le di a ella un fuerte empujón, cerré y arranqué más deprisa de lo que jamás hubiera podido. Gracias a Dios no me fallaron ni los nervios ni el motor” Mientras me alejaba, pude ver en el retrovisor una columna de humo desvaneciéndose en el aparcamiento.
Ya en casa, recuperado casi de la extraña aventura (¿o tal vez solo una imaginación producida por la falta de sueño?) miré de nuevo el dibujo que había hecho en clase y que había cambiado. La figura dibujada tenía ahora unos rasgos que me eran demasiado familiares: Cabello largo, ojos anaranjados, a su alrededor varias tumbas desgastadas por el paso de los años.
Cuando me fui a desvestir, para irme a la cama, encontré que mi pecho estaba marcado por graves quemaduras, una en cada lugar donde la extraña criatura había rozado mi piel.
Al día siguiente busqué en internet "mujeres de los cementerios". Encontré una leyenda que hablabla de espectros y demonios que se hacían pasar por estatuas que velaban a los muertos. Una vez que se ocultaban de esta manera, quedaban encadenadas a los cementerios que habitaban hasta que conseguían hacerse con un alma mortal y la arrastraban al interior de la tierra después absorber su aliento hasta asesinar al desafortunado.


miércoles, 10 de octubre de 2012

¡50 entradas ya! (y otras ñoñerías)


Escribo esta entrada en honor a que con la anterior, “La joven y el mar”, ya eran 50 las publicadas. 50 en 10 meses, que se dice pocas, 50 retazos o fragmentos de mi “atormentada mente” como algunos la llaman, incluyendo algunos pasajes de libros que me gustasen, canciones, relatos, poemas o intentos de poemas tanto en inglés como en español y alguna que otra pequeña reflexión.

También debo mencionar que ya son más de 1000 las visitas que registra este blog lo cual me hace terriblemente feliz porque me gusta que la gente lea lo que escribo pues, para mí, la escritura es una de las formas más bellas y sinceras de comunicarse; además de que para alguien que escribe es una recompensa ser leído y criticado como para un músico lo son los aplausos (o abucheos) de su público. Y es que el arte y cualquier forma de comunicación no podrían serlo sin receptores, sin público, sin gente que esté ahí para recibirlo y formar una opinión.

 Gracias a vosotros, quienes seáis, que me leéis y que cumplís esa función porque sin vosotros no existiría este blog.

Una vez escritas estas ñoñerías (todos tenemos nuestros ratos sensibleros) aprovecho esta entrada para recomendar a quien le pudiera interesar dos blogs semejantes al mío, que leo siempre que puedo y admiro y me sirven de inspiración incluso.

El primero es el de una compañera y amiga cuyo maravilloso blog me animó a empezar el mío y cuya magnificencia me anima cada día a progresar y mejorar y así ser mejor que ella, muajajajajajaja (no es broma, no. Pero un poco de sana competencia no es malo, ¿no?).
 Sus poemas son realmente música escrita con palabras y sus relatos no lo sé porque apenas los he leído… pero lo haré, lo haré. No os perdáis el blog de Noelia: Un mundo para soñar. (Vale, también el nombre de su blog inspiró el mío. Pero no es plagio, eh). Calidad poética de la buena, oiga. Asegurado.


Y el segundo blog que quiero mencionar es el de otra buena amiga y que a pesar de estudiar algo que no tiene mucho que ver con la literatura ha de decirse que escribe muy bien y mucho mejor que otra gente que conozco y que se da ínfulas de escribir maravillosamente y… nadie les dice que… se bajen… un poco… los humos.

A lo que iba. Celia, la autora de este blog, escribe un poco de todo, reflexiones, canciones, algún relato, críticas de libros, lo que sea. Le animo para que siga así y progrese para que un día sea ¡mejor que yo! Y pueda decir con motivos que “los de ciencias también sabemos escribir”.
No dejéis de visitar Pasos en la sombra porque realmente merece la pena.


No es que esta jovencita se parezca a mí en absoluto pero me gustó cómo ha quedado y cumple su función. Parece hecha de chicle de fresa, eso sí. http://www.faceyourmanga.it/

lunes, 8 de octubre de 2012

La joven y el mar.


En ocasiones me siento
a descansar en la playa.
La mirada perdida, algo ensoñada,
hacia el horizonte se escapa.

La brisa marina
ensordece mis oídos.
Las olas tranquilas
lamen mis pies descalzos,
el sol mi piel va quemando.
(Me estremezco en escalofríos).

Mis pensamientos
son remolinos:
apenas si puedo
seguirlos y retroceder
y perderme en recuerdos
que siempre tienen que ver
con veranos muertos, olvidados.

Mi mente delira y destruye.
Ya no sé que he de hacer.
Sobre la arena ardiente
me dejo caer
y se van silenciando,
lentamente,
los susurros del pasado.

Solo queda la voz del mar,
su canción
mi alma va calmando.
Respiro profundo,
quedo tranquila.

Una gaviota paseando
para en seco y me mira.
Me hace un gesto de desdén
y se aleja.

A mí ya nada me queda
más que marcharme;
así pues me levanto
y caminando, ligera,
voy dejando atrás
la arena, las gaviotas,
las olas y lo demás

Desde las aguas me espía una ninfa.
Desde los mares, Neptuno suspira.


martes, 2 de octubre de 2012

Carpe diem.


Las pasiones construidas por aquel que vive el momento
son igualmente destruidas al segundo inmediato,
igual que sus deseos; 
nacen, se consumen y mueren;

Así es siempre,
Como un suspiro,
Aparece y desaparece:
Si estás despierto, lo ves;
Si cierras los ojos, te lo pierdes;
Como el viaje de una estrella fugaz.
Si no prestas atención en tu propia vida
Si no vives ni mueres
Permaneces igual ayer que hoy que mañana.

Pero si vives el ahora,
Te das cuenta de lo que eres:
Sin mirar a los recuerdos ni a lo que vendrá.
Ni te preocupa ni te deja indiferente,
Ni eres blanco ni eres negro,
No piensas, solo actúas,
No ríes o lloras,
No eres desgraciado o feliz;
Tan solo eres tú
Brillando a toda intensidad
Hasta que un día, sin más,
La luz de tu bombilla se consume
Y entonces, te apagas.