Los muertos me hablan.
Con voces del pasado,
piden que no cometa
los errores de antaño.
Pero no les escucho.
Solo oigo de los vivos
promesas de futuro
y sueños de compromiso.
Hablan de libertad,
apelando a nuestro miedo,
y encierran al extraño
por el bien ciudadano.
Por su seguridad,
señora, me sentencian
antes de que pueda
convertirme en asesino.
Por su seguridad,
señora, borrarán
mis palabras, incluso,
antes de haberlas escrito.
Los vivos me hablan,
desde arriba y a gritos.
Para que así no escuche
mis propios pensamientos.
Pero lo hacen en vano.
Nadie puede, tampoco ellos,
acallar las voces del pasado,
acallar las voces de los muertos.
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