Cada calada que dabas
era un pedazo de alma que se te escapaba
y en forma de humo, difuminándose,
ascendía al Mundo de las Ideas
donde acabaría convirtiéndose
en un sueño que alguna vez yo habría de tener,
recordando o solo imaginando
tu atrayente mirada.
Y cómo clavabas tus pupilas en mis ojos.
Fundiéndose verde y castaño.
Y cómo fumabas y cómo me hablabas.
Como si nada te importara.
Y aunque ahora vea
que muchas cosas que decías
las decías solo por quererme impresionar,
tu recuerdo aún no me ha dejado de fascinar.
Y todavía espero, algún día,
oír de nuevo tu voz quebrada
dejar que me seduzcan
tus historias inventadas
ahogarme en una espiral de deseos
enmudecer en tu canción de silencios.
Y al final inventarme una despedida.
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