Fairy Oak

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viernes, 1 de abril de 2016

Recuerdos de Londres

Miguel volvió de Londres el día de nuestro cuarto aniversario, después de tres meses sin pisar España. No fue una casualidad, tenía planeado darme una sorpresa en una fecha que sabía que era especial para mí. Ese tipo de detalles son típicos de él. Lo único es que yo soy una impaciente y le obligué a confesarme la sorpresa dos días antes de su llegada.

Nada más aterrizar, me llamó desde el aeropuerto para pedirme que fuera a recogerle con el coche, así que comencé a vestirme rápidamente. Sin embargo, mis dedos no lograban abrochar los botones de mi ajustada camisa, porque temblaban exageradamente, y no de emoción como pensé en un principio. Toda yo temblaba, como un móvil en modo vibración. Una ráfaga de violentos estornudos confirmó mi sospecha: la gripe se había apoderado de mis carnes. Justo en el momento menos adecuado, como siempre.

Vestida solo a medias, me enterré bajo una pila de mantas y cojines rosas y envié un mensaje a Miguel, para luego tumbarme a esperar que apareciera mi caballero inglés, con una caja de bombones bajo el brazo... o de ibuprofenos. No tardó en sonar el timbre de la calle. Me arrastré cual gusano hasta el telefonillo y apreté el botón sin descolgarlo. Abrí la puerta y permanecí envuelta en mi capullo de seda que era la manta.

Mi novio apareció en la puerta, con una enorme sonrisa y una caja de regalo demasiado pequeña para ser chocolate. Me abrazó con fuerza y se dio cuenta de que estaba tiritando. Me cogió en brazos (lo sentí por él, mi culo había aumentado su tamaño en los últimos meses) y me llevó, con manta y todo, a la cama, donde me puso el termómetro.

Empezó a contarme cosas de Londres y de la universidad, hablando con algo de acento inglés (o eso me parecía). Yo le escuchaba solo a medias mientras miraba su cabello y me asaltaba, por alguna extraña razón, la duda de si siempre había sido tan rubio. Entonces sonaron unos pitidos y dejó de hablar para comprobar mi temperatura. 38 grados y, por los temblores, subiendo. Decidió que era mejor dejarme dormir, y yo acepté con la condición de que me dejara abrir mi regalo.

Era una de esas figuritas de plástico cabezonas, que se mueven cuando les da la luz solar. La reina de Inglaterra en miniatura saludaba desde mi mesilla. Normalmente esas tonterías me hacen mucha gracia, pero en ese momento hubiera preferido chocolate y una bolsa de hielo para la cabeza. Miguel se despidió con un beso en la mejilla y yo me quedé sola y tirada en mi cama, cubierta con la manta-capullo de seda.

Intenté dormirme con todas mis fuerzas. Cerraba los ojos, contaba hasta diez mentalmente y luego los abría, para comprobar que las cortinas seguían en su sitio. Siempre se mueven, cuando tengo fiebre, y yo me quedo mirando las caras que aparecen en sus pliegues. Volví a cerrar los ojos e intenté dejar de tiritar. Entonces fue cuando escuché la voz, que hablaba con un acento inglés muy marcado.

-Good Afternoon! Tienes un habitación very beautiful.

Abrí los ojos y miré a mi alrededor. No vi a nadie.

-Here, a tu derecha, my dear. Estoy en la mesilla.

Vale, era la reina de Inglaterra la que estaba hablando. Decidí responderle, porque total, era evidente que no me dormía.

-No sabía que los souvenires ingleses hablaran. ¿Te importaría dejar de mover la mano? Me pone un poco nerviosa.
La figurita sonrió sin pestañear. Llevaba un abrigo azul y una corona sobre la cabeza.

-I am so sorry, estoy tan acostumbrada a saludar a mis súbditos que ya nunca puedo parar de hacerlo. La muñeca me duele un poco.

-Bueno, no te preocupes. A mí me duele la cabeza pero puedes darme conversación si quieres porque me aburro bastante. Cuéntame cosas de Inglaterra o de tu palacio.

-Ay, my darling, de quien debo hablar a ti es sobre tu querido boyfriend.

Intenté incorporarme y me dio un ataque de estornudos. La Reina me tendió un pañuelo de tela del tamaño de mi dedo meñique.

-¿Hablas de Miguel?

-Well, of course. Debes saber, my dear, que ese chico ha estado teniendo citas cromáticas con una chica en Londres. ¿Lo he dicho bien, cromáticas? Me refiero a una cita con besos y flores y esas cosas.

Me quedé un rato callada, mientras la reina seguía saludando y mirándome.

-Creo que te refieres a románticas, no cromáticas.

-Well, thank-you. Y si quieres mi opinión, creo que eres mucho más simpática que la nueva girlfriend de Miguel. Y tu pelo es mucho más bonito. Aunque ella es inglesa de nacimiento, no te ofendas, los españoles no son tan horribles. La chica es guapa, también. La he visto muchas noches, desde la mesilla de noche.

Volví a quedarme callada y me puse a pensar. La cabeza me seguía doliendo y todavía sentía fríos febriles, pero me daba igual. Había tomado una decisión. Cogí mi móvil y pulse el botón de llamada.

-¿Miguel? Soy yo. Vuelve a mi casa ahora mismo, tenemos que hablar. No disimules, me he enterado de todo. Me lo ha contado la reina de Inglaterra.



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