La poesía es la mezcla perfecta entre autocompasión y sonoridad.
No leas tus poemas. Grítalos desde dentro, hasta que duela, a quien sea.
Si escribo canciones de fuego, tal vez esta noche sea más caliente.
A menudo no siento lo que escribo, pero siempre escribo cosas que siento.
No consigo mirarte cuando recitas, prefiero que me penetre el sonido de tus palabras.
Mi mente y la tuya vuelan, a un lugar desconocido, eternamente jóvenes, eternamente libres.
Algún día llenaremos de pensamientos estos fríos y absurdos silencios.
En un mundo en el que conversamos, a lo mejor, de nuevo.
En este mundo de palabras y de no palabras.
De cosas que pensamos, de cosas que decimos, de cosas que callamos.
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