Y mientras fuera seguía lloviendo, ella continuaba
entrelazando versos y palabras a cual más bella, en su opinión, y creando, como
tejiendo, una hermosa y compleja red de rimas y figuras escondidas en metáforas
complejas y melódicas. Pero a la par, no podía evitar el preguntarse por qué.
Por qué no llegaban a ella ideas para escribir lo que ella
deseaba, de verdad.
Una verdadera historia, un cuento de hadas, con hadas o sin
ellas.
Un argumento que desarrollar.
Una trama, sus personajes (princesas malas, brujas, solteras,
niños cobardes y valientes, mimos gritones, duendes enfadados, cazadores
insolentes, piratas chistosos, cualquier cosa; qué más da), sus problemas y
soluciones. Una historia cautivadora, sensual, atractiva que enganchase desde
el principio hasta el final.
En fin, un cuento, una narración en prosa, sin más.
Pero todas sus ideas, sentimientos, emociones… se
transformaban en rimas y en lírica al transformarse en palabras y al fundirse
tinta y papel.
No podía… pero no se desesperaba. Ya vendría la inspiración
y la paciencia necesaria…
Y mientras fuera llovía, ella escribía.